martes, 3 de agosto de 2010

lunes, 2 de agosto de 2010

Susurro

En las ciudades se esconde un lenguaje muy tenue. Si sabes escucharlo te habla, te hipnotiza. Si no, tan solo eres capaz de ver lo que los demás ven. (1920x1200)

El Salto a la Felicidad





En este Apunte al Natural de Ficción iremos un poco más allá. Se trata de una regresión controlada en el tiempo de un suceso banal(ísimo) pasado. La idea es la de modificar la realidad y poder moverse por el escenario a placer y sin las leyes que rigen nuestro aburrido y exigente universo. Un sueño pues, a medida.

Cierro los ojos y respiro hondo. Haciendo que en cada exhalación mis músculos se relajen y pesen un poco más. Empezamos por la imagen. Me encuentro en medio de las montañas de la comarca de Osona. Estoy cerca de un acantilado en una piscina, rodeado de gente. Tumbado, veo el cielo. Empiezo a montar la imagen empezando por lo que más me llamó la atención, la hierba. Reposo sobre ella mientras el aire que entra por mi nariz es más puro de lo habitual. (En el presente, empiezo a escuchar con los auriculares, desconectado del mundo, la banda sonora de El Bosque). Noto también que mi olfato no me sirve solo para calibrar olores sino el clima que desprende el lugar. Los sonidos son claros, pájaros a lo lejos, murmuro de gente y una suave brisa que agita los árboles más cercanos. Le doy al Pause. Todo el mundo se divierte a su manera en esta mañana de piscina en el pueblo. (No se trata de una piscina cualquiera, sino de una buena integración en la montaña la cual no despierta ningún tipo de sospecha artificial) Me levanto de mi toalla y observo. La imagen está congelada. Cada cual a lo suyo. Padres que juegan desde el borde de la piscina con sus hijos recién matriculados en esto de nadar. Jóvenes que charlan en sus toallas sobre temas que, les importen o no, les unen. Un refresco derramado en la hierba que aún no ha sido delatado. Una avispa que, siguiendo su aleatorio y amenazante trayecto se posa en el hombro de una chica de pelo rojizo cuyo novio habla de temas que, seguramente con otra persona, no serían trascendentales. Él la mira fíjamente en este instante congelado, sin escuchar sus palabras, tan solo percibiendo su melodía y preguntándose por dentro si todo aquello que siente por ella es lo que comúnmente se conoce como amor. Mientras yo recupero este instante, él está recordando otros con ella que le han hecho feliz estos últimos meses. De repente la imagen vuelve a tener movimiento pero yo sigo de pie, a voluntad, invisible. La avispa decide no hacer daño y se larga mientras la dulce voz de la chica sigue explicando cómo el otro día, por azar, consiguió unas zapatillas gratis en una tienda. Él sonríe, no tanto por el sentido sino por la partitura de sus palabras. Pero unos gritos les distraen de repente. Gritos de jolgorio que aventuran un gran reto de piscina. Los presentes han retado a uno de los conocidos a entrar en el agua realizando un salto mortal. Lo que en este caso no significa muerte, sino voltereta. El personaje, tuteado, se ve en la obligación moral de regalar tal espectáculo. Así que entre gritos de ánimo inicia su carrera, firme y decidida, hacia el contenedor de agua clorificada. Sus pies golpean la hierba con ímpetu y en su mente solo existe un pensamiento: el de entrar en el agua con los pies después de haber dado la vuelta a la gravedad que le ata a la Tierra. Pie izquierdo sobre el césped, y ya pie derecho sobre la piedra de la piscina. Con un golpe que se inicia gracias a su cuádriceps despega en la dirección deseada. Todo su cuerpo se remite a la orden: girar hacia adelante. Y es en ese instante donde se vuelve a congelar la imagen. Voy andando hacia el borde de la piscina. Miro a los bañistas, expentantes, enmurallando sus ojos para la explosión de la caída. A los que estaban conmigo en las toallas, atentos a lo que va a suceder en unos instantes. Le miro a él y escudriño su trayectoria ahora congelada. En su rostro, en su posición y en su pensamiento la orden es clara y directa. Lo va a conseguir sin problema. Pues ha hecho este movimiento muchas veces. de manera que, antes de volver a pulsar el play, pienso que ¿si es posible hacer esto con un simple movimiento piscinero, no será igual de fácil ordenarnos a nosotros mismos y nuestro cuerpo ser felices? Y volviendo a la realidad de una escena que por distintas razones sociales me ha hecho viajar a la Edad Media, el individuo entra, tal y como había calculado, en el agua.

Y es que la vida es así de banal y así de bella. Supongo que de eso se trata en el fondo: en la paradoja de descubrir lo bello en lo que banalmente consideramos banal.

domingo, 1 de agosto de 2010

Cruz

El poder de los símbolos. Y quizás el símbolo más poderoso. Hay quien se cree a salvo cuando lo ve. A mí en cambio, me produce desconfianza y cierto temor. De hecho, la única utilidad que le veo es usarla contra un vampiro. (1920x12009)

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Escritor (blogger, webs y ficción), Dj y adicto a los videojuegos.